Antes de entrar al Zócalo los machetes de los habitantes de San Salvador Atenco fueron afilados en el piso y sacaron chispas.El largo camino culminó cuando la gente de este pueblo en Texcoco, envalentonada con sus machetes en mano, llegó hasta las puertas de Palacio Nacional con un tractor que aparentemente serviría para tirar las puertas de este recinto pero al final se arrepintieron.
Los caballos que trajeron desde su pueblo, los perros, Juguete y Panzón, estaban con la lengua de fuera, vaya, cansados y con muchísima sed.
En el camino hicieron de todo, igual carrerearon a los policías que los escoltaban diciéndoles “más rápido hijos de la chingada!” que dejaron descansar a sus caballos en los carriles de la calzada Ignacio Zaragoza.
Esta vez, los machetes que portaban los de San Salvador Atenco trataron de exhibirlos, que los vieran hasta las personas que desde los puentes peatonales les enseñaban cartulinas para demostrarles su apoyo a la no construcción de un aeropuerto alterno en Texcoco.
También querían encarcelados a Francisco Villa y Emiliano Zapata que los recibieron en el Zócalo de la Ciudad de México con una gran manta que pendía del edificio donde despacha Andrés Manuel López Obrador aunque nunca se supo si fue el quien la mando poner.
En el tramo de la calzada Zaragoza la gente de Atenco hizo que los automovilistas se replegaran hacia los carriles laterales que por más de una hora estuvieron semi parados escuchando porras a Zapata, frases de rechazo al aeropuerto en su localidad y viendo doce caballos cabalgar a medias.
En esta odisea hubo quien los apoyó y quien al circular en contra flujo les mentó la madre. Ellos hicieron lo mismo pero a los aviones que se enfilaban hacia el aeropuerto en las inmediaciones de Circuito Interior.
Querían hacerse notar, que los machetes, a los que por cierto les sacaron filo días antes, los vieran, si es que la altura lo permitía.
Ya entrando al primer cuadro de la ciudad los habitantes de San Salvador Atenco decidieron emprender una especie de maratón pero en vez de portar un número de corredor llevaban machetes, sombreros, cuetones y botas que no les ayudaron mucho a aguantar la carrera.
Sin embargo en esta odisea a los doce caballeros texcocanos les llevó un segundo aire por lo menos por la calle de Francisco I. Madero enfilarse hacia la Plaza de la Constitución, donde se tomaron de los brazos, dijeron no al aeropuerto y ya sin coraje en la tarde se marcharon hacia su región.